Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá de Henares el 29 de septiembre de 1547. Su padre era cirujano barbero y Miguel viajaba con su padre por toda España. Tuvo que comenzar a trabajar y fue a Roma y participó en la Batalla de Lepanto el 7 de octubre de 1571. Le dispararon tres veces en el brazo izquierdo y como sobrenombre le llamaban “El manco de Lepanto”.
En el barco donde se encontraba Cervantes, unos piratas moros le secuestraron y le hicieron esclavo en Argel. Al volver a la libertad le encarcelaron y le acusaron por hacer las cuentas de manera ilegal. En la cárcel empezó a escribir su mejor libro titulado El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Sólo hay otro libro que supere al Quijote: La Biblia. La primera parte del libro lo encontraron en 1605.
Cervantes murió el 23 de abril de 1616. En ese día se celebra el día del libro ya que se recuerda la muerte del mejor escritor en castellano de todos los tiempos. Ese día también se entrega el Premio Cervantes.
Extintores para aviones: la revolución ecológica que llega a las alturas.
Qué cosas... Uno cree que dentro de un avión todo está milimétricamente calculado, que el café se sirve siempre con la misma sonrisa plastificada y que el extintor que cuelga como si fuera un adorno rojo ha estado ahí desde siempre, sin mayor cambio ni novedad. Pues no. Los extintores para aviones también evolucionan, y lo hacen, cómo no, por imperativo medioambiental. Porque en esta Europa nuestra, con sus normas y directrices tan exquisitamente exigentes, ya no caben los halones, esos gases tan eficaces como dañinos, y ahora le toca el turno al HAFEX, ese pequeño gran invento que promete protegernos sin dañar la capa de ozono.
Desde la década de los 60, los extintores en aviación comercial han confiado en los halones, unos gases CFC que, efectivamente, apagaban el fuego con solvencia, pero que, al igual que un político en campaña, destruían más de lo que arreglaban. En este caso, la víctima ha sido la capa de ozono, esa que todos olvidamos hasta que aparece un informe con cifras alarmantes. Así que, en 2004, la Unión Europea dijo "basta" y vetó el uso de extintores con halón en nuevas instalaciones. Y en 2019, las agencias competentes, como la OACI y la EASA, decretaron que los nuevos aviones deberían volar ya con sistemas limpios. Para 2025, los viejos también tendrán que renovarse o quedarse en tierra.
Y así, en este contexto de regulación y de conciencia verde, nace HAFEX, un extintor que se presenta como la alternativa más ligera, compacta y ecológica para ser usada en cabinas. Este aparato, más discreto que un azafato veterano y más funcional que un billete flexible, se adapta como un guante a los compartimentos ya existentes. ¿La clave? Su sistema de montaje versátil, capaz de ajustarse a los anclajes de los antiguos extintores con halón, sin necesidad de grandes reformas ni gastos colosales.
Claro que hay aviones y aviones. En algunos modelos, los soportes originales bastan. En otros, es necesario instalar un adaptador. Y si el destino es, por ejemplo, Estados Unidos, hay que cumplir con los requisitos de Underwriters Laboratories, esos guardianes de la seguridad norteamericana que exigen sus propios soportes, más pesados, más robustos, más... norteamericanos.
Estos soportes certificados son auténticos mastodontes de metal recubiertos en caucho, unidos con tornillos que parecen diseñados por un relojero suizo con inclinaciones sadomasoquistas. Pero cumplen su cometido: asegurar que el extintor no se mueva ni un milímetro, ni en una turbulencia fuerte ni en un aterrizaje más brusco de lo esperado.
Pero, amigos, no basta con tener un extintor de última generación. Hace falta también un sistema que sepa decirnos, con precisión suiza, cuándo hay fuego. Los sistemas de detección de incendios en aviones son una combinación de ciencia aplicada y sentido común. Usan distintos principios físicos para identificar un incendio en ciernes:
– Sensores térmicos, que detectan cambios de temperatura abruptos.
– Fotocélulas, que identifican la presencia de humo analizando cómo varía la luz.
– Termopares, que registran desviaciones térmicas en puntos críticos del avión.
Todo esto va conectado a una red que no duerme. Cuando algo no cuadra, el sistema lanza una advertencia al cockpit. El piloto, que ya tiene bastante con los vientos cruzados y los controladores que hablan más rápido que una metralleta, tiene que verificar si se trata de una falsa alarma. Y si no lo es, activa el protocolo: tira de la manija de seguridad, que a su vez activa el sistema de extinción automático.
Aquí es donde entra en juego el sistema de extinción de incendios propiamente dicho. Este se compone de:
– Botellas de agente extintor, que contienen el líquido mágico.
– Red de tuberías, que distribuyen el contenido a las zonas críticas.
– Válvulas selectoras, que controlan a qué parte del avión va dirigido el chorro extintor.
Cuando el piloto acciona el sistema, un cartucho explota dentro del cilindro. Esta explosión no es destructiva, sino controlada: rompe la membrana que separa el contenido de la botella de la red de distribución. En ese momento, el agente extintor fluye y hace su trabajo, todo en cuestión de segundos. Y sí, todo esto sucede sin que usted, querido pasajero, tenga la más mínima idea de lo que ocurre.
No todo el peso recae sobre los sistemas automáticos. En cada cabina hay también extintores para aviones portátiles, esos que los tripulantes de cabina conocen como si fueran parte de su equipaje emocional. Ellos reciben formación específica para actuar con rapidez y eficacia ante cualquier conato de incendio.
Estos dispositivos, ligeros pero potentes, están pensados para ser usados en compartimentos de cocina, en baños y en otros espacios donde, aunque parezca increíble, pueden surgir fuegos. Sí, incluso en un lugar que vuela a 10.000 metros de altura y donde todo está presurizado.
Y no se equivoque: el fuego no espera. Por eso, la formación de la tripulación incluye maniobras prácticas con estos extintores, sabiendo dónde están, cómo usarlos y cómo contener una situación de emergencia hasta que se active el sistema principal o se logre estabilizar el incidente.
Con cada avance en materia de seguridad aérea, nos acercamos a un futuro donde la tecnología, la eficiencia operativa y el compromiso medioambiental se dan la mano. El uso de extintores para aviones como el HAFEX no es solo una mejora técnica, es una declaración de intenciones: proteger sin contaminar, actuar sin comprometer.
Así que, la próxima vez que suba a un avión y vea ese pequeño extintor rojo junto a la puerta de emergencia, recuerde que no está ahí por capricho. Es el resultado de años de investigación, de legislación europea, de exigencias técnicas y de una voluntad común de hacer las cosas mejor. Sin ruido, sin humo... pero con fuego sagrado por la seguridad.