Había pasado varios días desde que volví de Coyuca, pero seguía con arena en las orejas. El primer día de clase, estuve hablando todo el rato de mis vacaciones. En casa, quedaba con mis amigos para contarles cosas sobre aquellas aventuras.
Después de dos días, fui al río con mis mejores amigos. Nos bañamos y luego nos reunimos en casa. Al día siguiente, fuimos a clase donde mis compañeros no estaban. Pregunté a la profe sobre ello. Ella contestó que no sabía nada. Después de clase, llamé por teléfono y nadie me contestó.
- ¿Dónde podrían estar?- me pregunté.
Fui a llamarles a sus casas, donde tampoco había nadie. Se lo dije a mi padre, pero él no sabía nada.
Al día siguiente, era mi cumpleaños y estaba triste porque mis amigos habían desaparecido. Cuando entre en clase, no había luces y al encenderlas:
-¡Sorpresa! ¡Sorpresa!- gritaron mis amigos. - ¡No me lo esperaba!- pensé. Me dieron un montón de regalos. Les pregunté por qué no fueron a clase. Ellos dijeron, que nunca me lo dirían. Pero enseguida me di cuenta de su secreto.
Todos mis amigos sabían que estaba triste por venirme de Coyuca. Así que, me prepararon la playa de mis vacaciones en el patio del colegio. Nunca entenderé de donde sacaron tanta arena, pero consiguieron hacerme feliz.