El VICLU aterrizó con suavidad sobre una especie de alfombra blanda y mullida. Como siempre al salir del VICLU introduje mi contraseña de seguridad. Mientras tanto Eva estaba estupefacta con lo que estaba viendo.
Al llegar a mi casa, presenté a Eva a mi madre. A Eva la sorprendió mucho que nosotros no hiciéramos ningún trabajo, si no que lo hacían los robots. Al anochecer, la comenté que por las noches se ven las estrellas caer sobre la Luna, y que parecen una gran cortina blanca. Me preguntó que si podíamos ir a verlo, y yo la contesté que iba todas las noches. Como era la primera que iba a verlas, y era una buena amiga, llevé mi M.U.R. (Microscopio Universal Robótico). A Eva la encantó la experiencia.
Durante los siguientes días, le fui enseñando como funcionaban las cosas en este sofisticado lugar. Le enseñé a dirigir un V.I.C.L.U., a estudiar mediante películas en una gran pantalla, pero en casa y lo que más le sorprendió a Eva fue que jugar con los amigos se hacía mediante Vifot (una especie de ordenador con el que jugaban entre ellos y se comunicaban).
Entonces Eva me preguntó: ‘¿Pero aquí nunca jugáis en la calle con los amigos? ¿Ni celebráis fiestas con la familia?’ Entonces la conté que aquí no hay parques donde jugar, y que las familias se componían de un solo hijo.
Yo entendí que Eva me hacía estas preguntas, pues cuando yo estuve en el siglo XXI comprobé lo bonito que es estar juntos con la familia y los amigos. Por ello Eva y yo nos hicimos tan buenos amigos, e íbamos a ver todas las noches las estrellas.