CHINA QUITA LA PROHIBICIÓN DE TENER UN SOLO HIJO
Escrito por Víctor Arnaiz Vega, sábado 28 de diciembre de 2013 , 14:28 hs , en NOTICIAS

China quita la prohibición de un solo hijo,la ley que se aplicó a partir de los años 70 y 80 para frenar la superpoblación que ya tenía este país, se ha modifcado, ya que hay derivadas causas como el envejecimiento de población,o la falta de mano de obra en las zonas industriales.

Sin embargo, de momento solo se a puesto en marcha en las zonas urbanas, manteniéndose en las zonas rurales.



Agregar comentario
Comentarios
  • Erika Arnaiz Sebastián el lunes 30 de diciembre de 2013, 16:07 hs
    Víctor menos mal que la has puesto, si no la llegas a poner no me entero de nada de eso.
  • CELIA SEBASTIÁN ADRIÁN el lunes 13 de enero de 2014, 13:23 hs
    ESO NO LO SABIA
  • Rosa P. el martes 29 de julio de 2025, 20:31 hs

    Qué quiere decir ignífugo: el término que separa el desastre de la prevención

    Qué quiere decir ignífugo: el término que separa el desastre de la prevención.

    Ignífugo: una palabra que no arde pero salva

    Hay palabras que uno pronuncia sin pensar y otras que, si se entienden bien, pueden marcar la diferencia entre el humo y la supervivencia. Ignífugo pertenece al segundo grupo. Es de esas que deberían estar tatuadas en cada contrato de obra, en cada licencia de apertura, en cada manual de seguridad. Y no por esnobismo técnico, sino por necesidad pura y dura.

    Porque cuando la tragedia asoma con forma de llama, no hay sirena que suene con más urgencia que la de la ignorancia. Y en esto de los incendios, el desconocimiento no sólo es caro, también es letal. Así que si va a levantar un local, abrir un teatro, reformar una nave o simplemente dormir tranquilo, conviene que sepa —de verdad— qué quiere decir ignífugo.

    Del fuego no se huye: se le frena

    La etimología es clara como el agua (o como la espuma de un extintor): “ignis”, fuego; “fugare”, hacer huir. Lo ignífugo no se limita a resistir. Lo ignífugo planta cara. Son materiales tratados, modificados o directamente diseñados para ralentizar la acción del fuego, evitar que se propague, ganar tiempo, salvar vidas. Aquí no hay milagros. Hay química, normativa y sentido común.

    No estamos hablando de materiales inmortales, no. Estamos hablando de textiles, maderas, estructuras metálicas, plásticos que, tras pasar por un proceso específico, se convierten en escudos. Porque sí, esto va de escudos. De ponerle freno al infierno antes de que llegue a la puerta del despacho, del restaurante o del centro comercial.

    El error que puede costar una vida: inflamable no es lo mismo que ignífugo

    ¿que quiere decir ignifugo? La confusión campea a sus anchas. Lo mismo se oye que un toldo es ignífugo, cuando en realidad es sólo “resistente al fuego”. O peor, hay quien presume de usar materiales “inflamables certificados”, como si eso fuera algo bueno. A ver, centrémonos:

    • Ignífugo: evita o retrasa la ignición y la propagación del fuego.

    • Resistente al fuego: mantiene integridad estructural durante un tiempo determinado frente a altas temperaturas.

    • Inflamable: arde con facilidad y alimenta las llamas.

    Confundir estos conceptos es como ponerle gasolina a una vela pensando que es agua bendita. En cuestiones de seguridad, la precisión no es lujo, es obligación.

    Ignifugación: técnica, exigencia y supervivencia

    Ahora que ya sabemos que ignífugo no significa indestructible, pero sí preparado, toca hablar de cómo se consigue ese efecto. Se llama ignifugación. Y no, no es una moda, ni una ocurrencia de ingenieros aburridos. Es un proceso técnico regulado y obligatorio para determinados espacios y materiales.

    ¿Qué técnicas existen?

    • Pinturas intumescentes: reaccionan al calor creando una espuma protectora.

    • Barnices y lacas ignífugas: ideales para madera vista y mobiliario decorativo.

    • Tratamientos químicos: para textiles, cartones, plásticos, moquetas y más.

    Todos estos métodos deben cumplir con la norma UNE-EN 13501, que regula la reacción al fuego de los materiales. Y aquí es donde entra algo que se suele pasar por alto: el certificado de ignifugación.

    Porque, amigo lector, de nada sirve barnizar un pilar si no se puede demostrar. Ese certificado es el documento que acredita que el tratamiento se ha realizado conforme a ley. Y sin él, no hay apertura, no hay licencia y —en caso de incendio— no hay defensa legal que valga.

    ¿Y cuándo es obligatorio esto de la ignifugación?

    Pues más veces de las que uno cree. Cada vez que hay personas, materiales vulnerables y un riesgo potencial, la ley entra en escena con toda su artillería. ¿Ejemplos? Vamos allá:

    • Reformas en locales comerciales, hostelería o espacios industriales.

    • Instalaciones de cocinas profesionales.

    • Apertura de locales con público.

    • Auditorías de seguridad, certificaciones ISO o planes de autoprotección.

    • Requisitos exigidos por aseguradoras o normativa local.

    Y en todos esos casos, repetir hasta el hartazgo: ignífugo, certificado de ignifugación, reacción al fuego, normativa vigente.

    Para qué sirve un material ignífugo: no es estética, es estrategia

    La pregunta del millón: ¿y qué gano yo con invertir en ignifugar?

    Pues mire, para empezar, tiempo. Ese tiempo precioso para evacuar, para que lleguen los bomberos, para que el fuego no avance como un demonio con prisa. Pero no es sólo tiempo lo que se gana:

    • Se reducen los daños estructurales.

    • Se evita la propagación del fuego a otras zonas.

    • Se cumple con la ley, lo que evita multas y clausuras.

    • Se protege la inversión, el negocio y, en muchas ocasiones, la vida misma.

    Así que no es exagerado decir que el dinero mejor gastado de una reforma puede estar en un bote de pintura intumescente. Porque ese bote no decora: protege.

    La protección pasiva: esa gran desconocida que siempre está

    No hace ruido. No tiene luces ni alarmas. No impresiona a la vista. Pero está. Hablamos de la protección pasiva contra incendios, esa línea invisible que separa lo prevenido de lo trágico. La que actúa sin moverse, sin necesidad de ser activada.

    Y para quienes quieran indagar un poco más, comprender los entresijos, evaluar normativas y materiales, recomendamos consultar este blog de protección contra incendios, donde la prevención se trata con rigor y detalle.

    La cultura del “por si acaso”

    Aquí no se trata de ser alarmistas. Se trata de ser responsables. Porque sólo hay algo peor que un incendio: no haber previsto cómo frenarlo.

    En un país donde la normativa aprieta pero a veces no se entiende, donde los arquitectos diseñan, los técnicos ejecutan y los usuarios simplemente habitan, es urgente que todos manejemos ciertos términos. Que sepamos qué quiere decir ignífugo, por qué es crucial un certificado de ignifugación, y que exista el compromiso social de implementar protección pasiva como estándar mínimo.

    No es cuestión de legalidad. Es cuestión de humanidad. Porque cuando la chispa se convierte en llama, ya es tarde para lamentaciones. Y aquí, más que nunca, lo que no se ve, también protege.



  • Migdalia P. el miércoles 20 de agosto de 2025, 22:47 hs

    Estudio etimológico de la palabra “espada”: evolución histórica y lingüística

    Estudio etimológico de la palabra “espada”: evolución histórica y lingüística

    Un recorrido histórico por la palabra y su simbolismo

    La palabra “espada” no es únicamente un término que alude a un arma blanca; es un reflejo de la historia militar, cultural y lingüística de la humanidad. Desde los albores de la civilización occidental, su sonoridad ha resonado en campos de batalla, epopeyas literarias y símbolos de autoridad. Su estudio etimológico nos permite comprender cómo un vocablo ha sobrevivido a la transformación de las lenguas y a los cambios sociales, manteniendo hasta hoy una poderosa carga semántica.

    El origen griego: la “spáthē” y sus múltiples significados

    En el griego antiguo, el término “σπάθη” (spáthē) se utilizaba para describir una hoja plana y ancha de madera o metal. Inicialmente, no se limitaba al campo militar, pues también podía designar herramientas agrícolas o incluso paletas empleadas en distintas actividades. Sin embargo, con el tiempo, el matiz bélico se impuso: la palabra pasó a designar las largas espadas utilizadas por los hoplitas y caballeros griegos.

    La spáthē se consolidó como un símbolo de pertenencia a la élite guerrera y, en ocasiones, también adquirió un uso ceremonial. En la Grecia clásica, poseer un arma de este tipo significaba no solo tener capacidad defensiva, sino también formar parte de una tradición de honor y disciplina.

    La herencia romana: entre la “spatha” y el “gladius”

    Con la expansión de Roma, los latinos adoptaron el vocablo griego, transformándolo en “spatha”. A diferencia del gladius, que era un arma corta diseñada para combates cercanos, la spatha tenía mayor longitud (aproximadamente entre 75 y 100 cm), lo que la hacía ideal para la caballería.

    Este cambio morfológico del arma modificó radicalmente la estrategia militar romana. Los jinetes podían atacar a distancia sin desmontar, otorgando superioridad táctica en el campo de batalla. El término spatha no desapareció tras la caída del Imperio; al contrario, se expandió junto con las lenguas romances y terminó consolidándose en el castellano como espadas.

    Del latín al castellano: la transformación fonética

    El paso de spatha a espada ilustra perfectamente los procesos fonéticos que caracterizan la evolución del latín vulgar al español:

    • Aparición de la vocal protética “e”: cuando la “s” inicial se combinaba con consonante, se incorporaba una vocal inicial para facilitar la pronunciación. Así, spatha se convirtió en espada.

    • Evolución de la “th”: el dígrafo griego y latino se transformó en la “d” sonora propia del castellano medieval.

    De este modo, el término se fijó en la lengua española, con un significado que trascendía lo bélico y alcanzaba lo simbólico, asociado a la caballería, el honor y la justicia.

    La Edad Media y el Siglo de Oro: la espada como símbolo

    Durante la Edad Media, la palabra adquirió un peso cultural sin precedentes. No solo nombraba un arma, sino que también representaba el valor y la fe de los caballeros. En cantares de gesta como el Cantar de Mio Cid, la espada era un símbolo de vínculo con la patria y de fuerza heroica.

    En el Siglo de Oro, los dramaturgos incorporaron swords en los “dramas de capa y espada”, donde se asociaba al honor personal y familiar. Este uso literario trascendió al habla popular, dejando expresiones que aún empleamos, como “cruzar espadas” o “vivir a espada”.

    “Espadas” en la evolución de las lenguas romances

    El plural espadas se utilizó históricamente para referirse no solo a múltiples armas, sino también a colectivos de guerreros o a metáforas de fuerza. En la heráldica medieval, por ejemplo, dos schwert cruzadas simbolizaban alianza o defensa mutua. La permanencia de este plural en documentos y crónicas demuestra cómo el término estaba profundamente arraigado en la identidad guerrera de la época.

    El paralelo germánico: “swords”

    En inglés, la palabra equivalente es sword, de origen germánico y sin vínculo directo con spatha. Sin embargo, ambas voces convergen en el simbolismo: mientras que en la Europa latina la épéeera signo de caballería, en el mundo anglosajón fue un emblema de poder tribal y realeza. Curiosamente, el término inglés “spade” (pala) sí proviene de la misma raíz latina que spatha, lo que muestra la interconexión entre armas y herramientas en el origen etimológico.

    La tradición alemana: “schwert”

    En alemán, la palabra equivalente es schwert, derivada de raíces germánicas antiguas. Aunque no proviene del latín, mantiene la misma relevancia cultural. El schwert fue parte esencial de la tradición de caballeros teutónicos y guerreros medievales, siendo representado en crónicas y escudos de armas. La coincidencia en el valor simbólico entre schwert y espadas demuestra que, más allá del origen etimológico, la idea de un arma recta y larga se consolidó en toda Europa como emblema de autoridad.

    La elegancia francesa: “épée”

    En francés, la palabra épée procede directamente de spatha a través del latín vulgar, con un proceso fonético distinto al castellano. Su uso no solo se limitó al campo militar, sino que también alcanzó importancia en la esgrima deportiva, que se consolidó en Francia a partir del Renacimiento. El término épée es hoy central en el lenguaje olímpico, reflejando la continuidad histórica de la espada en contextos de disciplina y honor.

    El legado italiano: “spada”

    El italiano conserva el vocablo como spada, muy cercano al latín original. En la tradición literaria italiana, la spadasaparece en poemas caballerescos como el Orlando Furioso, donde es símbolo de fidelidad y fuerza heroica. Además, Italia fue uno de los centros más importantes de fabricación de espadas durante el Renacimiento, lo que explica que el término haya mantenido su fuerza lingüística y cultural sin grandes transformaciones.

    La influencia en la heráldica y la religión

    El uso de la espada en la heráldica medieval representaba justicia, defensa y poder divino. En la religión, la metáfora de la “espada de doble filo” aparece en textos bíblicos, asociándose a la palabra de Dios o al juicio final. Este simbolismo reforzó el carácter trascendental del término, más allá de lo material.

    Variaciones léxicas y derivados

    Del término espada han surgido numerosos derivados en castellano, que enriquecen su campo semántico:

    • Espadachín: maestro en el arte de la esgrima.

    • Espadero: artesano o comerciante de espadas.

    • Espadón: arma de gran tamaño o persona de gran influencia militar.

    • Desenvainar: acción de sacar la espada de la vaina, convertida en metáfora de iniciar una disputa.

    Estos vocablos demuestran cómo la raíz original ha permeado múltiples aspectos de la vida social, militar y cultural.

    Un legado que perdura

    La espada es mucho más que un arma: es un legado lingüístico y cultural que une a la antigüedad con el presente. Desde la spáthē griega hasta su permanencia en las lenguas modernas, este vocablo ha simbolizado poder, justicia y valentía. Hoy sigue vivo en la literatura, la heráldica, la religión y la cultura popular, recordándonos que el lenguaje es también un archivo de la historia de la humanidad.